sábado, 25 de octubre de 2008

La 'garzonada' y el miedo de la derecha

En medio del monotema de la crisis, Garzón sale con una de las suyas. A mi Garzón no me parece un santo y menos de mi devoción porque me da el tufo de que las cosas las hace por egolatría, incluso, cuando entró al PSOE para salir de estampida al poco tiempo. Hasta la estampida me parece que fue un acto de protagonismo, si bien, por lo poco que sé, el partido socialista no estaba en aquella época ni para figurar en él y sí para salir corriendo (por si las moscas). Aún recuerdo las soflamas de mi padre delante de la "tele" dando puñetazos de rabia o de impotencia o de bien sabe ¿Dios? qué ante la tropelía de corruptelas, desfalcos y cagadas de los gobiernos de González.

Garzón quiere y no puede, o no le dejan. En este caso la verdad es que su protagonismo me importa un "pijo", pero desde luego intenta hacer lo que otros pudieron y no quisieron. Lo de esta España es para vomitar bilis: se ensalza una transición que a la larga se ha mostrado como una "ley de punto final", un pasar página a la Historia, que en algunos casos puede estar bien, pero que es sangrante en lo que nos ocupa. Cada vez que se nombra la "Memoria Histórica" tiembla todo aquel que de una manera u otra, calladamente o a voz en grito (los menos) consideran que la Guerra Civil fue una hecatombe fraticida (cierto) y que los cuarenta años de franquismo son una de esas etapas que hay que olvidar. Así queda aquello de que "tanto mataron los unos como los otros" y punto pelota.

Lo cierto es que no se trata ya de abrir viejas heridas. Los represaliados por Franco, probablemente por ¿Dios? y por ¿España? hay que abandonarlos al olvido, tal y como hizo el dictador. Enterrados en cunetas, desaparecidos, asesinados por juicios sumarísimos, víctimas de sus idea, todo ello, firmado y auspiciado por el Estado, refrendado por leyes y en algunos casos, no todos, sentenciados por jueces. Que un país no reconozca esta realidad tiene un cáncer que hoy se espera que el tiempo anestesie echando encima años y generaciones que estudian y beben una Historia distorsionada que iguala a los defensores de la oligarquía, la autocracia y la dictadura con los luchadores por la libertad y la democracia, muchos de ellos abandonados a su suerte en cualquier tapia de un cementerio o en una barrancada inóspita y escondida, un simil de lo que hace cualquiera cuando quiere ocultar sus vergüenzas.

La cosa tiene más gravedad si cabe cuando de aquel régimen surgió este otro, esta democracia sucia que por desearla quienes la ansiaban, seguramente hartos del dictador y atemorizados durante tanto tiempo, dejaron pasar de largo que aquellos que sobrevivieron a franco murieran en sus camas, incluso con honores, con misas de difuntos y "extremasunciones". Lo dejaron pasar hasta el punto de que hoy todavía se alaba el sentir democrático de figuras como Fraga al que se tilda de padre de la democracia. ¡Y manda cojones oir estas cosas!. Por no hablar de nuestro Rey que juró los principios del movimiento, traicionó al dictador, a su padre, heredero de los derechos monarquicos y, según dicen algunos, tonteó la noche del 23 F saliendo a la palestra horas después diciendo que había ordenado que las tropas se sometieran al derecho constitucional. Viniendo de una estirpe de monarcas que se ha sometido a las voluntades de los uniformes, la verdad es que aquella orden, hoy, me parece hasta una farsa sobre hechos consumados: el golpe había sido una chapuza.

La transición engañó a los que esperaban un país libre, a los que ofrecían una resistencia cultural, social, y política en los últimos años del dictador. Fue un engaño con sutileza porque aquella esperada Ley de amnistía lo fue para todos: para los encarcelados por el régimen del Caudillo por motivos políticos, como para toda esa "piara" que pululaba desde los principios del movimiento a la nueva democracia; aquellos herederos del franquismo que cambiaron su chaqueta manchada de sangre por los colores de la España democratica, ésa que esperaban también ansiosos: la del "pasa página y olvida a los muertos" aplastados bajo la tierra que los vio morir. Y así esa Transición tan laureada, "chiclosa" y repetitiva creó un estatus de desequlibrio entre la rebelión armada franquista ilegal y la legalidad republicana machacada y derrotada.

Por eso la derecha ahora habla de "garzonada", se afana en reivindicar la transición democratica y en seguir ocultando los más de 100.000 muertos asesinados por la dictadura franquista. Me "la trae floja" el protagonismo de Garzón, pero hasta ahora es el único que desde las instituciones que tienen el poder de cambiar las cosas, ha mostrado un mínimo interés por apaciguar el resquemor de los familiares que saben que en aquella cuneta están los restos de su abuelo mientras los huesos de clérigos y beatos, falangistas y fascistas reciben santa sepultura en mausoleos monumentales, rodeados de reconocimientos y lujos e incluso, algunos de ellos, bastantes o muchísimos, se les reconoce por parte del Papa la consideración de mártires y santos.

Si la Historia es como nos la cuentan es injusta. Si esta democracia no se arranca el cáncer seguiremos oliendo el rancio aliento de esa derecha que guarda los trapos sucios tiznados de sangre mientras vocifera contra quienes intentan, ¡treinta años después de la muerte de Franco!, reivindicar la memoria de los olvidados, probablemente la última generación de españoles y españolas capaces de dar su vida, a cara descubierta por la Libertad. Me dejo en el tintero a los que nunca volvieron a pisar tierra española porque alguien, pistola en mano, tomó el poder a sangre y fuego.

La reacción de la derecha es producto del temor. Es la heredera del franquismo y por ello prefiere que las cosas sigan como están, aunque para ello tengan que apelar a la "legalidad" y darle mil patadas a la vergúenza para arrinconarla todavía más en lo más profundo de la historia negra de la piel de toro. Bastaría reiterar el tópico ese de "el país que no reconoce su Historia está condenado a repetirla", pero la verdad es que tanto miedo me da que se vuelva a producir como escalofríos que toda esta panda de lobos con piel de cordero convivan entre nosotros dando la espalda a miles de Antonios, Pacos y Marías, anónimas víctimas de un país enfermo que sigue mirando hacia otro lado porque es incapaz de hacer recuento de cuántos eran y ponerles nombre, apellidos y rostros.

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