martes, 17 de julio de 2007

El Club de la lucha

Volver a Cieza por verano tiene una semana de alicientes y varias de hastío e incluso de vergüenza. Pasas de abrazar a tus amigos y tomarte una cañas a pasear sin rumbo dándole patadas a los botes de “Ariel Concentrado” que tanto abundan por alrededor de los contenedores. Nos quedan los cuatro baretos de siempre para adornar las noches, la piscina de algún amigo (si no echas el día currando en algo) y a esperar la Feria.

Sólo de tarde en tarde aparece algo que te ilusiona. El Club Atalaya suele ser el escenario y este fin de semana tocaba el Potaje de La Empedrá. Parece mentira que contra viento y marea siga tan vivo el Ateneo de la Villa. No hay más que recordar que todos los gobiernos municipales hasta el año 2000 han intentado que desapareciera: la era franquista lo cerraba por órden gubernamental; la época socialista intentó quebrarlo prolongando la calle Salvador Seguí hasta el Parque; los “centristas” del PP intentaron cerrarlo enviando a la policía municipal....si, hombre, como lo oyes, así por las narices: “que venimos a cerrarlo por órden de la Alcaldesa” (en funciones, te refresco la memoria).

El Potaje rompe un fin de semana la monotonía de las patadas a la basura mientras deambulas de “El Sotano” a “La Perrera”. Y como el Potaje cualquier otra actividad. Dentro de poco, la semana de cine, luego la “Feria del Bartolo”. Y así un mes con otro, el Club, sigue martilleando el encefalograma plano de la cultura en Cieza.

Los ciezanos solemos no valorar aquello que tenemos. El más reciente ejemplo es el entubamiento de “La Andelma”. Por esa misma regla, El Club Atalaya sigue siendo para muchos un reducto que tendría que desaparecer por la sola razón de que es una molestia, un estorbo, una distorsión para la alineación. Y, sin embargo, conversando con los componentes de los grupos que han venido de fuera a tocar en el Potaje, todos sin excepción babean de envidia por tener un local como ese. No son los únicos: cualquiera que sienta la cultura desearía disponer de espacio dónde poder desarrollarla.

Así es que ahí sigue, después de cuarenta años, guerreando contra la adversidad, sin apenas subvenciones, venciendo al enemigo con la ilusión de ofrecer algo más que un bote de “Ariel Concentrado”. Es sin duda el Club de la Lucha, aunque no os engaño: a Brad Pitt no lo encontraréis por allí.

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