sábado, 27 de diciembre de 2008

La caverna del estudiante

Lo peor de la Navidad es que hay que empezar a darle duro a los libros, así que con pocas ganas uno empieza a hacerse a la idea de que los exámenes están a la vuelta de Reyes. Como en casa de mi tía Manoli las Navidades se viven intensamente y no hay quién tenga un minuto de silencio, me dispongo a realizar un nuevo intento con la sala de estudio municipal. Al llegar a la puerta me la encuentro "chapada" con un candado y me pregunto quién será el desocupado que en estos días no viene a estudiar. Cuando ya me disponía a irme de vuelta al tumulto de casa de mi tía, me encuentro a un tipo con libros debajo de brazo que iba con buenas intenciones a utilizar ese espacio, se supone que público, a desparramarse con los folios en una de esas sillas que te dejan paralítico. Con un gesto me dice "habrá que irse a la otra" lo que me causa una agradable sorpresa porque desconocía que había una segunda sala de estudio.

Como no tenía ni idea de la ubicación, seguí los pasos cansinos del intrepido compañero-estudiante que me llevó al casco antiguo mientras me preguntaba si la nueva sala de estudios estaba cerca del Maripinar. No fuimos tan lejos, pero casi.

Llegamos a una puerta de esas metálicas parecidas a las de un almacén mientras pensaba que iba a tener que retirar las aviesas palabras que, a veces, he tenido hacia el avejado concejal de juventud, cuando tras pasar la puerta y una segunda puerta entramos a una especie de caverna oscura, húmeda, sin ventilación y con la única iluminación de unos tubos fluorescentes. Tuve la desgracia de ocupar el único sitio que quedaba libre entendiendo enseguida por qué nadie se sentaba allí: el tubo fluorescente debía tener mal el cebador y se encendía y apagaba constantemente produciendo unos destellos parecidos a los de un "pokemon" que, según tengo entendido, provocan desajustes neuronales capaces de producir crisis epilépticas. En cualquier caso la epilepsia ya la tenía encima de ver el bochornoso espectáculo de una caverna-sala-de-estudio.

Mal que bien conseguí con unos golpes que el tubo se mantuviera con luz más o menos estable y me dispuse a no perder más tiempo y ya que estaba allí, aprovechar un par de horas de estudio. Sin pasar ni cinco minutos suena el primer movil de uno que, supongo, intentaba estudiar y que para no molestar más se levanta y sale por la primera de las puertas que misteriosamente permanecía abierta. Al salir oigo detrás mio un "¡ostias, ostias, la puerta! que hace que el tipo que estaba más cerca de ella se levante y la sujete para que no se cierre. Lo bueno estaba por llegar cuando el tipo que había salido a hablar por teléfono vuelve a entrar y da un portazo al que sigue una estruendosa carcajada generalizada de todos los presentes.

Yo me quedo con cara de lelo porque no entendía que había pasado hasta que le pregunto a otro que estaba cerca de mi que descojonado me explica que la puerta no se puede abrir desde dentro si no tienes llave y que hasta que no venga otro afanado estudiante a la sala de estudio estabamos encerrados.

Confieso que mi claustrofibia surgió así como de la nada. ¡Encerrados en una caverna! y claro, los miedos como que te vienen todos de golpe: y si no viene nadie, y si nos quedamos aquí encerrados de por vida, sin comida, ni bebida, ni nada, incluso si de tanto reirse la gente se consume el oxigeno de la caverna estudiantil. jamás me hubiera imaginado que el final de mis días terminaría en una "sala de estudios" como aquella. El caso es que la gente se lo tomaba a broma, pero confieso que yo estaba acojonado. Esto me pasa por no participar en las actividades de la Concejalía que te preparan para afrontar situaciones límite. Recordad las marchas de supervivencia, las clases de artes marciales, el Camino de Santiago en 9 días por seiscientos "napos". Seguro que todos los presentes habían sido entrenados para quedarse encerrados en la caverna estudiantil.

La suerte es que alguien entró y abrió la puerta desde fuera lo que provocó que volviera a respirar y que el resto de mis compañeros de encerrona gritaran entre carcajadas ¡NO CIERRES LA PUERTA!. Así que aproveché el momento para huir de la ratonera. Lo mismo debió pensar otro que al salir tiró del pomo de la puerta con tanta fuerza que se quedó con el en la mano. Y yo por si las moscas arrecié el paso pensando si detrás de mi no quedarían unos cuantos cadáveres de esforzados estudiantes fallecidos por falta de oxigeno porque nadie volvió por allí durante días.

Pasados unos días no he oído noticia alguna sobre el trágico suceso, por lo que deduzco que todos salieron salvos y sanos, pero estarás conmigo en que esto de jugarse la vida estudiando en una caverna no era lo que esperabamos de la apacible vida de libros y apuntes. Así es que espero que a nuestro anciano concejal los Reyes Magos le traigan este año aquel libro de "Teo va a la sala de estudio" y que fijándose en los dibujitos tome alguna idea de qué es realmente lo que la población universitaria de Cieza necesita para poder preparar los exámenes. ¡Qué cruz tenemos con este muchacho!. Y encima tiene uno que leer algunas alabanzas en el "tebeo" local sobre la magnifica gestión del Concejal y sus ingeniosas ideas. En serio, a mi todo esto me parece una mala broma.

1 comentario:

Miguel A. Ortega Lucas dijo...

Jajaja. Si es que no sé cómo se te ocurre, alma de cántaro. Con la que está cayendo

Gracias por las risas, crak. Pero, pordiós, no te metas tanto con el pobre Teo. Que es del Pepé, pero buena gente :D

Un abrazo